Biografía

Davilita es venerado como una figura legendaria del cancionero popular antillano. En 1970 se le declaró, oficialmente, Cantante Nacional de Puerto Rico, distinción con que se selló su consagración y su grandeza. Pasó a la historia como el más importante intérprete del legado autoral de Rafael Hernández y, junto a Daniel Santos, del de Pedro Flores. Este artista irrepetible era de origen muy humilde. Fueron sus padres Pedro Dávila Tirado y Ana Ortiz Ortiz. El primero, natural de Dorado, era carpintero. Ella, originaria de Corozal, era empleada de una tabaquería. Se divorciaron cuando él era muy niño. En 1924, doña Ana volvió a casarse y fue a vivir al Barrio Latino de Nueva York con su nuevo esposo. El futuro artista quedó entonces al cuidado de su progenitor.
A la edad de diez años se matriculó en la Academia de Música de Bayamón, donde adiestraban a quienes integrarían la Banda Municipal. Allí aprendió Solfeo y a ejecutar el flautín y el bombardino, habiendo sido discípulo de los profesores Eleuterio «Tello» Meléndez y Ángel Costoso. Sin embargo, siempre prefirió cantar. Su primera y mayor influencia en su desarrollo como vocalista fue el Trío Borinquen, de Rafael Hernández, a cuya trayectoria artística se vincularía pocos años después. Escuchó los discos de aquella trilogía por primera vez en el fonógrafo que tenían en la Imprenta Moreno, localizada en la llamada Cuesta de Juanche (cercana a su hogar), en 1925. A la sazón, tenía 13 años.
Exactamente el 4 de julio de 1927, contando entonces 15, llegó a Nueva York, reclamado por su madre, cuyo apartamento ubicaba en la Calle 100, entre las avenidas Segunda y Tercera. En la Gran Urbe terminaría el octavo grado de estudios regulares tomando clases nocturnas, mientras que, por el día, trabajaba como mensajero en una fábrica de almohadones. Durante aquellas fechas aprendió a acompañarse a la guitarra de manera autodidáctica. También compuso su primera canción: el tango “El leproso” (1928). Al año siguiente (1929) creó su primer conjunto junto a Johnny Rodríguez: el Quinteto Junior, frente al que amenizaban cumpleaños, bautizos y festejos familiares similares. Aquella agrupación tuvo efímera vigencia, entre otras razones, porque Johnny regresó a Puerto Rico.
En 1930, gracias a la intervención del guitarrista José Armengol «Mengol» Díaz, logró integrarse al Sexteto de Pedro Flores, en el cual figuraban Pedro «Piquito» Marcano (primera voz y maraquero); Rafael «Fayito» Ferrer (segunda voz) y Eladio «Yayito» Maldonado (cuatrista y guitarrista). El entonces juvenil cantante procuró, además, la amistad de Manuel «Canario» Jiménez Otero, Ramón Quirós y otros notables músicos boricuas. Pero, muy especialmente, de Rafael Hernández, a quien visitaba frecuentemente en la tienda de discos y artículos musicales Almacenes Hernández, que había stablecido con su hermana Victoria entre la Calle 115 y la Avenida Madison. El 19 de julio de 1931, por fin, recibió su ansiada oportunidad de grabar como solista con el Sexteto Flores. Durante aquella primera sesión, bajo la etiqueta Brunswick, quedaron perpetuados los boleros “Koli-Kolo” – dedicado al boxeador que llevaba tal remoquete –, “Regalito”, “Diosa”, “Borinquen” y “Gloria”. Dos meses después (sept. 17), grabó el que se convirtió en el primer éxito del grupo en su voz: el bolero “Contigo”, formando dueto con el también guitarrista Enrique «Borrachito» Rodríguez. Al reverso de aquella placa aparecía el titulado “Nieves”. A partir de entonces y, hasta 1935, los éxitos se sucederían unos tras otros: “Celos”, “Dávila sonriendo”, “Nene”, “Palomita” y “Vete” (1932); “Adorada ilusión” – original de Alberto «Tití» Amadeo – y “Blancas azucenas” (1933); “Carmelita”, “Martita” y “Yo no puedo” (1934); “Linda”, “Sin bandera”, “Ciego de amor” y “Dame tu amor” (1935).
Sin embargo, meses antes de concluir aquel primer ciclo con el Sexteto Flores (1934), nuestro biografiado se había incorporado a la orquesta del virtuoso flautista cubano Alberto Socarrás. Durante su breve pasantía por esta organización, participó en el espectáculo inaugural del Teatro Campoamor, situado entre la Calle 116 y la Quinta Avenida (agosto 10, 1934). Dicha función contó con la presencia de Carlos Gardel, a quien Davilita dedicó su interpretación de “Lamento borincano”, de Rafael Hernández. Éste lo reclutó poco más adelante para sustituir a Alberto Carmona en su Grupo Victoria. Su primera grabación con este colectivo fue, posiblemente, “Cantares de mi tierra”, bajo la etiqueta RCA Victor. A fines de octubre de aquel mismo año regresó a Puerto Rico con Hernández y Rafael «Chino» Rodríguez (segunda voz) para actuar en una serie de programas en WKAQ auspiciada por la Sal de Uvas Picot y realizar una extensa gira por todo el país, también patrocinada por el referido producto. Acá se les unió el virtuoso guitarrista Francisco López Cruz, completándose así el que sería célebre Cuarteto Victoria. De su extenso legado discográfico sobresaldrían, entre muchas grabaciones más: “Desmayo” y “Desvelo de amor” (1934) y “Preciosa” y “Campanitas de cristal” (1935).
En 1935 fue contratado por el trompetista Augusto Coén como principal vocalista de la orquesta que estaba organizando para amenizar los bailes del Carlton Hall, localizado entre la Calle 111 y la Quinta Avenida. En esta organización permaneció varios meses, al tiempo que continuaba grabando con el Cuarteto Victoria. Al año siguiente (1936), cuando Hernández marchó a México, creó el Quinteto La Plata que, originalmente, conformaron Rafael Rodríguez (segunda voz); Eufemio «Vaguito» Vázquez (trompetista); Juan Reyes y un cubano a quien apodaban «El Tampeñito» (guitarristas). Luego pasarían por sus filas Chencho Moraza y Fausto Delgado (segundas voces); los guitarristas Monchito Reyes, Cándido Vincentí, Monchito Ortega, etc. Con esta formación también acumuló una amplia discografía. Algunas de las selecciones que más se escucharon durante este período de su carrera fueron “Buyanga”, “Dolorosa”, “Mi puchunguita”, “Golpe y medio”, “María Engracia”, “Nadie más que tú”, “Son tus ojos”, etc. Gran número de ellas, de su autoría. Sin embargo, es probable que la más difundida haya sido el bolero “Río abajo”, original de Chencho.
En 1937 reanudó su actividad en los estudios de grabación con el Sexteto Flores. De esta segunda etapa son piezas como “El retrato”, “Estela”, “Carmen”, “Del triunfo”, “Desde que tú me quieres”, “Sonríe”, “Sigue tu senda”, “Que seas feliz” y “Amor de locos” (1937); “Lamentos del alma”, “Ven donde mí” e “Y que tú lo sabes” (1938), entre otras. Se estima que, como primera voz de esta agrupación llegó a registrar no menos de 400 melodías, la inmensa mayoría compuestas por don Pedro.
En 1938, junto a Rafael «Chino» Rodríguez, quien fuera su compañero en el Cuarteto Victoria, pasó a formar parte de la original orquesta de Noro Morales. Pero, su pasantía por dicha organización resultó efímera, pues su voz comenzó a afectarse muy seriamente, en gran medida por causa del consumo excesivo de alcohol. De todas maneras, dejó constancia de su paso por ella en 14 piezas editadas por la compañía Decca. Luego (1939) volvió a ser llamado por Rafael Hernández para integrar una nieva versión del Grupo Victoria, esta vez con Rodríguez (segunda voz); Pepito Arvelo (guitarrista) y la entonces adolescente Myrta Silva como voz solista. Sin embargo, al disponerse a emprender otra temporada de actuaciones en Puerto Rico, debido a que el problema que enfrentaba con la voz se agravó, tuvo que ser reemplazado. Su posición, entonces, pasó a ser ocupada por el juvenil Bobby Capó.
Durante el período 1939-1949, la carrera artística de Davilita se caracterizó por sus prolongadas ausencias de los escenarios y los estudios de grabación, consecuencia triste de su crónica adicción alcohólica. En 1946, con motivo del fallecimiento de su progenitora, regresó a su patria, estableciéndose en el hogar de su hermano Félix en Santurce. A partir de entonces vivió una etapa emocional y económica muy difícil, pues ya no podía cantar con la regularidad de antaño debido a que sus facultades vocales se habían deteriorado severamente. Pero, ya en 1949 estaba de vuelta en la plaza neoyorquina. Aquel año, el trompetista Augusto Coén le propuso participar en algunas de las grabaciones que tenía en agenda para el sello Seeco. Aquellas marcaron su retorno al candelero. En ellas formó dueto con Tito Henríquez. Sin embargo, terminó el año de una manera dramática: la experiencia de haber sido prisionero en la temida Cárcel de las Tumbas, en Nueva York, acusado de destrozar la vitrina de una licorería donde se negaron a venderle ron debido a su estado de ebriedad – obligando a su esposa a hacer malabares para poder sacarlo –, lo motivó a tomar la decisión de dejar de ingerir licor, hecho que aconteció el 3 de diciembre de 1949. Con gran esfuerzo logró vencer el alcoholismo. Jamás volvió a probar bebidas embriagantes.
Poco meses después, el empresario Bartolo Álvarez, propietario del sello Rival, le brindó la oportunidad de grabar algunas piezas formando dueto con Claudio Ferrer y Chago Alvarado. De esta sesión surgieron dos éxitos: “Orfandad” (con el primero en la segunda voz) y “Ansias locas” (con Alvarado). La exposición obtenida con estos discos le permitió realizar algunos recorridos por los teatros hispanos de la Gran Urbe. En 1953 se sometió a una operación en las cuerdas vocales en el New York City Hospital, tras lo cual experimentó cierta mejoría. Sin embargo, aquellos discos no constituirían, ni remotamente, lo mejor de su discografía, ya que su voz continuaba proyectándose muy débil.
Aun así, a partir de 1954 su carrera experimentó un nuevo aire, pues formó un dueto con el ya consagrado bolerista Felipe Rodríguez «La Voz» que causó sensación. Originalmente, la idea de ambos era realizar unas cuantas grabaciones para la etiqueta Mar-Vela. Pero, por reclamo del público, también accedieron a hacer presentaciones personales en las que eran acompañados por el Trío Los Antares, el habitual de Felipe. Juntos recorrieron todos los teatros hispanos de Nueva York, Nueva Jersey, Chicago y Filadelfia. Gracias a este empuje y, para su fortuna, ya bastante recuperado de sus afecciones vocales, después pudo continuar actuando como solista y grabando con otros conjuntos, muy especialmente el Sexteto Borinquen de Mario Hernández, casi hasta el final de su vida.
El 30 de junio de 1986, encontrándose ya muy enfermo, Davilita salió de su casa y se puso a caminar sin rumbo, pues perdió el sentido de la dirección. Tuvo tan mala suerte que se cayó, fracturándose el cráneo. No logró recuperarse. Fallecería en el Centro Médico de Río Piedras, el 8 de julio. Sus restos reposan en el Cementerio Braulio Dueño Colón, de su ciudad natal.
Para el récord –

Al igual que la mayoría de los artistas, Davilita a veces “se quitaba” un par de años cuando los periodistas le preguntaban su fecha de nacimiento. Lo mismo decía que fue en 1913 ó en 1914. Pero, no empece a que la mayoría de los investigadores coincide en que su llegada al mundo aconteció en 1912, no faltan quienes aseguren que fue en 1908. Es importante recalcar el dato de que, hasta las primeras décadas del Siglo 20, era muy frecuente que los niños fueran inscritos en el Registro Demográfico cuando ya estaban crecidos y las fechas reportadas por sus padres como correspondientes a cada caso no respondían a la realidad.
• Durante el período 1932-1937 participó, en calidad de corista, en la mayoría de las grabaciones del legendario Cuarteto Machín, encabezado por el gran cantante cubano Antonio Machín. Estas fueron editadas por la RCA Victor. Muchos musicólogos lo señalan como “el quinto miembro del cuarteto”, ya que su aguda voz constituía elemento significativo en el sonido distintivo de este grupo.
• Durante su actuación en el espectáculo inaugural del Teatro Campoamor (1934),
dedicó su interpretación de “Lamento borincano” al aclamado cantante de tangos franco-argentino Carlos Gardel, quien era el más importante de los invitados especiales a aquel acto… amén de su intérprete favorito. Para su desdicha, la emoción y el nerviosismo que lo embargaron por tenerlo tan cerca y, en aquel instante, atento a él, fueron tan intensos que su mente se le quedó en blanco y no comenzó a cantar luego de que la orquesta de Alberto Socarrás ejecutara la consabida introducción. Tras unos segundos de silencio, la orquesta empezó por segunda vez y, entonces, él cayó en tiempo. Su interpretación fue tan brillante, que el público lo ovacionó y Gardel se le aproximó para estrechar su mano como símbolo de felicitación.
• Ana Estrada, con quien contrajo matrimonio en Nueva York, en 1945, fue su única esposa y compañera hasta el final de su vida.
• El 1ro. de octubre de 1978 se le rindió un gran homenaje en el Teatro de la Universidad de Puerto Rico con un espectáculo que se denominó “Davilita: 50 años de amor y pueblo”, mismo que fue organizado por Salvador Rosa Hijo y Marta Font de Calero. Durante su presentación en dicho acto anunció su retiro del ambiente artístico… promesa que no cumpliría. La emoción que sintió al ser objeto de tantos halagos y reconocimientos aquella noche le afectó a tal punto que debió ser recluido durante tres días en el Hospital Hermanos Meléndez, de Bayamón.
• En 1980 publicó su autobiografía, “El retrato”, colmada de inexactitudes respecto a las fechas en que vivió determinados acontecimientos. Y, aunque en este librito (16 páginas de texto y 22 de fotos) recalcó en el gran amor que profesaba a su madre y en su remordimiento por haberla hecho sufrir con su adicción alcohólica, no mencionó su
nombre.

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Obras

Discografía selecta-

• “Quinteto La Plata / Cantan Davilita y Chencho” (Borinquen, DG-1196), 1970.
Recopilación.
• “Triunfos de Davilita con orquesta” (Seeco/Tropical, TRLP-5000). Recopilación de selecciones grabadas con la orquesta de Augusto Coén en 1949.
• “El cantor de ayer y hoy” (Ansonia, ALP-1266), 1959.
• Dúo Felipe y Davilita: Idem (Ansonia, SALP-1320) en 1961.
• Dúo Felipe y Davilita: Idem, Vol. 2 (Ansonia, SALP-1365) en 1965.
• “Danzas de Puerto Rico” (Borinquen, DG-1243), 1973. Con Felipe Rodríguez «La
Voz».
• “Davilita, Felipe y Pellín con el Sexteto Borinquen y «La parranda de los
cumbancheros»” (Borinquen, DG-1250), 1973. Con Pellín Rodríguez.
• “Canciones de Pedro Flores” (Borinquen, DG-1251), 1973. Con Felipe y Mario
Hernández & Sexteto Borinquen.
• “La protesta de Los Reyes” (Borinquen, ADG-1262), 1974. Con Felipe y Pellín.
• “Parranda parrandera” (Borinquen ,ADG-1283), 1975.
Biografía por Fundación Nacional Puertorriqueña