Biografía

A Pepito Maduro se le recuerda y se le reconoce no sólo por haber sido uno de los pilares de Fernandito Álvarez y su Trío Vegabajeño – calificado como nuestro Trío Nacional – durante su época esplendorosa (1945-1967), sino también como uno de los más finos melodistas románticos puertorriqueños del Siglo 20. También, como un extraordinario vocalista, a quien cierta noche de 1956 – luego de haber sostenido junto a sus compañeros un “mano a mano” con el Trío Los Panchos en el Teatro Matienzo – el virtuoso requintista de este grupo mexicano, Alfredo «El Güero» Gil, le expresara admirado: “¡muchacho, tú sabes segunda voz para enseñarle a nosotros!”.

Por la línea paterna, este gran músico provenía de una familia de misioneros protestantes holandeses. Su abuelo fue predicador en Palestina y su padre, el reverendo Julio Maduro Godet, llegó a Puerto Rico en 1897 también como evangelizador, estableciéndose en el municipio oriental de Humacao. Como era muy buen organista y poseía amplios conocimientos musicales, llegó a dirigir la Banda de este pueblo. Hacia 1903 se casó con la joven junqueña Florentina Rivera Sanabria. Más tarde, don Julio se dedicó al oficio de contable, el cual ejerció para las empresas Rocafort, Bustelo y Roig. La infancia de Pepito transcurrió en la barriada Pueblo Nuevo Otero, de Humacao. Contaba nueve años cuando su progenitor lo matriculó en la academia dirigida por el insigne maestro Juan Peña Reyes. Éste le enseñó lo básico en la lectura del pentagrama y lo inició en el estudio formal de la guitarra. Para entonces, ya cantaba, haciéndole segunda voz a su tío materno, Cecilio Rivera, a quien se le promocionaba en su región natal como «El Gran Cantor de Juncos».

Desafortunadamente, en 1921, poco después de que llegara a la adolescencia, nuestro biografiado quedó huérfano de padre. Entonces, su madre y él quedaron en el desamparo económico. Luego de padecer grandes penurias, ambos se trasladaron, a pie, hasta Santurce. Primero se radicaron en la barriada Trastalleres, Y, mientras doña Florentina se dedicó al oficio de planchadora, Pepito – que, a la sazón, contaba 15 años – comenzó a trabajar como obrero de la construcción. Más adelante, fue empleado de un taller de recauchamiento de gomas en Puerta de Tierra, a donde se mudó con su progenitora. Después laboró en la marmolería de los hermanos José y Víctor Cott, especializada en la fabricación de lápidas. Durante aquellas fechas, en la Ferretería Millón del Viejo San Juan, compró una guitarra española marca Telesforo Julbe – por la cual pagó $4.50 – y un ejemplar del Método de Guitarra Ríos con el cual reanudó su aprendizaje del instrumento. Ya cercana la década de 1930 se hizo plomero.

Mientras tanto, en 1927 emprendió su trayectoria artística formando dueto con el catañés Santiago «Chago» Miranda. Ambos imitaban al Trío Borinquen, de Rafael Hernández, cuyo repertorio interpretaban. Luego (1928-1929), al tiempo que ejercía su oficio de plomero a domicilio, formó otro dúo con Federico Aybar. Junto a éste debutó en la radio, específicamente en WKAQ. En 1929 se incorporó al Cuarteto San Luis, del guitarrista José «Diplomacia» Díaz, en calidad de tercera voz y guitarra acompañante. Esta formación era completada por Luis Seccolo (voz prima); Blas Hernández – padre del que llegaría a ser famoso bolerista, del mismo nombre – (segunda voz). Con este grupo, cuya vigencia resultó efímera, actuó en programas radiales y en festejos sociales celebrados en salones del Condado y Miramar. En 1930 integró el Cuarteto Estrellas Boricuas, de Johnny Rodríguez, cuya plantilla original completaron Miguel Ángel Torres – más adelante reemplazado por Chencho Moraza – (segunda voz); Pellín Boria (segunda guitarra) y Fernando Pizarro (bongosero).

En 1932 se unió al Grupo Puerta de Tierra, dirigido por el clarinetista y saxofonista José «Jossie» Henríquez. Ejercía las funciones de primera voz y acompañante, formando dueto con Ramón «Moncho» Vías. Con esta formación grabó por primera vez el 16 de septiembre de 1932. Fueron tres composiciones originales de Vías: los boleros “Ausencia” y “Lejos de ti” y la criolla “En mi canoa”, editadas por la etiqueta Brunswick.

En 1934, junto a Avilés (primera voz) y Libertad Alfaro (guitarrista acompañante) completó el Los Gauchos, cuyo repertorio se nutría de tangos, milongas y valses argentinos. Entonces hacía la segunda voz y ejecutaba la primera guitarra. Además de recorrer todo el país presentándose en teatros, fue atracción fija del programa “La Correspondencia”, que Rafael Quiñones Vidal mantenía en WKAQ. Crónicas de la época dan fe que este grupo llegó a ser elogiado por el propio Carlos Gardel. Incluso, éste quiso tenerlo como telonero del espectáculo que presentaría en el Teatro Paramount el 3 de abril de 1935. Su deseo no se materializó debido a la oposición de Alfredo Lepera, el más cercano colaborador del mítico «Zorzal Criollo». Luego de la desintegración de aquella trilogía en 1937, se empleó como carpintero en la compañía de vapores Bull Lines, que tenía como sede el muelle de Puerta de Tierra. Permanecería ocho años alejado de las lides artísticas.

En 1945, el locutor Mariano Artau fue a buscarlo para convencerlo de que dejara su trabajo permanente en aquella empresa y se uniera a Fernandito Álvarez y su Trío Vegabajeño como sustituto de Octavio «El Colorao» González (segunda voz y acompañante), quien había sido reclutado por el Ejército. A partir de 1952, con la incorporación a este trío del requintista Jorge Hernández, pasó de ser la segunda guitarra a ejercer la función de acompañante. Por otro lado, es importante recalcar el dato de que, hasta aquellas fechas, fue el principal compositor del grupo, habiendo aportado a su repertorio, entre muchas selecciones más, las tituladas “Lucerito de plata” (RCA Victor, 1946); “Luto en el alma” (Seeco, 1949); “Negra visión” (Verne, 1950) y, editadas bajo la etiqueta Mar-Vela, las siempre recordadas “Fatal desilusión” (1952); “Ave sin rumbo” y “Triste camino”, rancheras (1953); “Cosas de ayer”, vals (1954); “Corazoncito de papel” y “No la celes de mí” (1955). Claro: ninguna generó tanto impacto como “Lindo querubín”, un jitazo de 1957. Después, tal mérito recayó en su compañero Benito De Jesús, segunda guitarra y tercera voz. A lo largo de su pasantía de 22 años por el Trío Vegabajeño de Fernandito Álvarez se presentó en los más exclusivos escenarios de Puerto Rico y plazas hispanas del este norteamericano. También desarrolló una valiosa discografía que confirma a cabalidad sus quilates como autor musical y su calidad como segunda voz.

A raíz de la desintegración del grupo original en 1967, Pepito Maduro – ya con 59 años de edad – intentó proseguir su carrera musical formando parte del Cuarteto Borinquen, encabezado por el legendario Pedro Ortiz Dávila «Davilita» en la primera voz, con Nito Rivera en la primera guitarra y Miguelito Carrillo en la trompeta. Con estos compañeros llegó a grabar cuatro canciones: dos originales de Davilita y dos de sus autoría: “Hoy es tu día” y “Madre mía”.

Desafortunadamente, tales registros no se editaron. Tras la pronta desaparición de dicho colectivo, se vio forzado a emplearse en otro menester ajeno a la música. Consiguió empleo como guardia de seguridad en Telemundo / Canal 2, empresa que tantas veces visitó en calidad de artista estelar. Allí laboró hasta 1981 cuando un infarto cardíaco lo obligó al retiro definitivo. Irónicamente, a pesar de que desde entonces padeció constantes quebrantos de salud e, incluso, estrecheces económicas, fallecería casi centenario – faltándole cuatro meses para cumplir 96 años – en el Centro de Envejecientes La Margarita, en Fajardo.

Además de las melodías que estrenó como miembro del Trío Vegabajeño, es preciso destacar otras de sus obras que, en determinadas etapas, recibieron intensa difusión a nivel internacional. : Por ejemplo, el tango “Cita en la iglesia”, cuyo título original fue “Agua bendita”, fue estrenado por el argentino Roberto Quiroga bajo la etiqueta Odeón en 1942. Dos décadas más tarde, esta misma pieza recobró vigencia en voz del boricua Blas Hernández, quien la incluyó en el álbum de igual título (ALP-1267), editado por el sello neoyorquino Ansonia en 1961. En 1953, Felipe Rodríguez «La Voz» le estrenó, frente a su Trío Los Antares y bajo el sello Mar-Vela, el bolero “La canción de mis recuerdos”, que nunca ha perdido vigencia. Durante las mismas fechas, otro compatriota, Tommy Figueroa, se anotó uno de los máximos jitazos de su carrera con el ya conocido bolero “Lindo querubín” – que dedicó a Gladys, la esposa de su compañero Jorge Hernández – mismo que aparece en su álbum “Sonámbulo” (Mar-Vela, MVLP-100).

En ritmo más guapachoso, su “Bomba navideña” fue perpetuada por El Gran Combo en voz de Andy Montañez en el álbum “El Gran Combo en Navidad” (Gema, LPG-3021), lanzado en 1965. Una de sus guarachas, “Meleque”, fue grabada por Willie Rodríguez y Su Trío Voces de San Juan (Bohio, 1967); Danny Rivera (DNA, 1986) y Harry Fraticelli (EMI, 1988). Por su parte, el dúo Quique y Tomás le grabó “Pobre corazón” (Ritmo y Sonido, 1993).

Pepito Maduro falleció el 31 de enero de 2004 en Fajardo, Puerto Rico. Sus restos reposan en el Cementerio Nuevo de Río Grande.

Biografía por Fundación Nacional Puertorriqueña

Más sobre sus obras

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Obras

Bomba Navideña
Brindis A Mi Madre
Buscando Olvido
Castigame Senor
Cita En La Iglesia
Corazon Rendido
Cosas Del Ayer
Fatal Desilucion
Felicitacion
La Cancion De Mi Recuerdo
Lindo Querubin
Locura De Amor
Lucerito De Plata
Luto En El Alma
Meleque
Nadie Se Acuerda De Mi
Noche Del Recuerdo
Pobre Corazon
Santa
Tendre Que Perdonarte
Todo Tu Amor
Triste Camino